Graciela Palmieri y Fabiana Páez (47) fueron compañeras de trabajo más de 12 años y desde hace 15 comparten el almuerzo casi todos los domingos. Pero recién un lustro atrás confirmaron, al unísono, que una amiga es una misma en el cuerpo de la otra. Se los reveló un acto inconmensurable de amor y bondad.
El hecho extraordinario ocurrió el 19 de noviembre de 2012 en el Sanatorio Anchorena, de Buenos Aires. Ese día, Fabiana recibió el riñón que le donó Graciela y que, como la receptora reconoce y agradece, le devolvió la vida y las ganas de seguir soñando.
La compleja cirugía estuvo a cargo del equipo que lidera Eduardo Maggiora, jefe del Servicio de Nefrología y Trasplante Renal del establecimiento porteño, perteneciente a la Unión Personal Civil de la Nación (UPCN).
“Graciela es más que una amiga para mí. Es una hermana, un afecto vital”, completa.
Historia de amor
“Nunca tuve dudas de donarle un riñón a Fabi, ni que eso pudiera complicarme la salud”, dice Graciela. Ella es casada y madre de dos hijos: Gonzalo y Diego. “Les planteé a mi marido y a los chicos mi voluntad, y aunque al principio expresaron algún temor, apoyaron mi decisión y nos acompañaron de manera incondicional”, agrega.
Las protagonistas de esta historia se conocieron hace 14 años en las oficinas de la Administración Federal de Ingresos Públicos (Afip), de Marcos Juárez.
Graciela trabajó en esa repartición desde los 19 años hasta el año pasado, cuando se jubiló.
Fabiana, oriunda de la ciudad bonaerense de Ituzaingó, ingresó en 2003 y aún se desempeña en esa filial.
Ese año aceptó el traslado a la ciudad del sur cordobés desde la Capital Federal, donde trabajaba en el Ministerio de Economía de la Nación.
Lo hizo pese a las objeciones de su familia, preocupada por los padecimientos relacionados con una enfermedad renal congénita.
La insuficiencia se agravó poco después de la mudanza y la obligó a someterse a sesiones extenuantes de diálisis y a la extirpación de un riñón. Su salud comenzó a degradarse en forma acelerada y su esperanza de vida quedó a merced de un trasplante.
La instancia desgraciada terminó de convencer a Graciela de la donación del órgano y tomó la decisión de hacerlo durante un viaje de regreso a su pueblo natal desde Córdoba, a donde había venido a visitar a su amiga convaleciente.
“Me sorprendió con la propuesta un día en el trabajo. Fue tanta la emoción que nos abrazamos y lloramos juntas de alegría”, recuerda Fabiana.
Entre la noticia y la cirugía transcurrieron tres años.
Ese tiempo llevaron los estudios de compatibilidad y los trámites que exige la ley de trasplantes de órganos en el caso de pacientes vivos sin vínculo familiar.
“No me va a alcanzar el resto de mi existencia para retribuirle lo que hizo por mí; me devolvió la vida y la capacidad de soñar”, reconoce Páez.
“Verla sanita y llena de alegría siempre, y el cariño constante que recibo de ella y de su familia son la mayor recompensa, como lo es compartir tantos momentos hermosos de mi vida con Fabi, a quien siento como mi hermanita menor”, concluye Palmieri.
Pioneras en un acto de amor y bondad. Fabiana Páez padece poliquistosis renal. Se trata de un trastorno hereditario que produce la formación de quistes llenos de líquido en los riñones y que, en términos generales, afecta la función de esos órganos.
La operación que protagonizó con Graciela Palmieri sentó el primer antecedente en Córdoba de un trasplante renal entre pacientes vivos sin vínculo familiar. La ley argentina que rige en la materia requiere, en estos casos, la autorización de la Justicia.
La Voz.